domingo, 8 de febrero de 2009

Capítulo I. Tercera parte.

JULIETTE.

   Vi como aquel hombre subía al autobús, le maldecía por haber aparecido esa noche, o más bien me maldecía a mi misma por mirarle en aquel instante de la actuación. Oía a Dominé como me decía palabras sin sentido, o así es como yo le escuchaba, digamos que no le presté mucha atención.

   - Eres una irresponsable, Juliette – me decía con esa voz de viejo ya arrastrado por el alcohol. – Te dije que esta noche deslumbraras, ¡¿y qué es lo que has hecho?! te diré lo que has hecho, has destruido mi reputación.
¿Y mi vida? Él había destruido mi vida. Había hecho de mí una fulana. Mi padre tenía razón cuando me decía más de una vez gritando que no llegaría a nada… ¿qué es lo que había hecho conmigo? ¿y mi pequeña Anne? ¿qué será de ella? una vez consumido el cigarro me dispuse a hablar.
- Lo siento, Dominé. No sé qué es lo que me ha pasado. – Le empecé a decir con la cabeza agachada. – No volverá a ocurrir.
- ¡Claro que no volverá a ocurrir! ¿sabes por qué? ¡porque no habrá más oportunidades! – No pude mirarle a la cara, sólo quería quedarme afuera y que el frío me consumiera, o me congelase para siempre – Juliette,
chérie, ¿me estás escuchando? Joder, no me hagas hacerlo aquí afuera, no me obligues por favor.
Levante la mirada, y vi su mano en mi cara. Una segunda vez en el suelo, me escupió. Otra vez la misma historia. Decidí volver a casa, ya no me esperaba nadie en ese vulgar sitio dónde sólo había deseos prohibidos y mentes macabras.

   Ya había pasado unas cuantas horas de esa trágica noche, y estaba perdida. Me levanté con la única idea de encontrarme, procuré no hacer mucho ruido para no despertar a Anne. Fui a ver como dormía plácidamente después de servirme un vaso de whisky barato con hielo. A veces le envidiaba, y no entendía de qué, posiblemente de su inocencia al dormir. Me senté a su lado, y empecé a acariciarle el pelo, lo tenía suave, como nuestra madre. Me fumé un cigarrillo detrás de otro, aspiraba el humo que dejaba en esa cutre habitación y a veces murmuraba nuestra canción favorita. Cuando yo tenía su edad, tenía buenas vocales, pero la nicotina del tabaco ha ido matando cada vocal en todas las caladas de cada cigarrillo, y la verdad es que ya mucho no me importaba, después de verme unas cuantas veces reflejada en el espejo vi que mi vida se resumía en eso, en lo que soy, y no en lo que era diez años atrás.
A la mañana siguiente vi como unos rayos de luz entraba por la cochambrosa habitación, Anne seguía durmiendo y pensé que esto no podía seguir así. Necesitaba vengarme del mundo, más concretamente de mi padre. Quiero que Anne viva como yo no lo hice, con ganas de vivir.
Esa mañana tenía claro que ya no podía volver a
Lapin Agile, y lo único que hice fue andar, llegué hasta la Place du Tertre, melancolía viajaba a mi lado, pero también junto a esperanza. Me senté en las escaleras de los pintores, y vi el mundo de otra manera.
-
Bonsjours, Madam – Me saludó un hombre cinco centímetros más alto que yo, diría. Tenía el pelo liso, un tono castaño tirando a rubio, y lucía una piel blanca, pero realmente hermosa. Lo que verdaderamente me llamó la atención fue sus ojos, melancólicos pero llenos de vida. Me límite a sonreírle, no podía darle mucho más de una mujer que no le queda nada ya, que la esperanza de que su sonrisa sea tan bonita como ese instante. El hombre siguió hablando, me contó que era pintor, bueno, no lo diría así, él pintaba y ganaba algo de dinero con esas pinturas, lo suficiente para comer y dormir. Tenía a su madre, pero vivía en España. Él es español, pero vino a Montmartre al cumplir la mayoría de edad, quería sueños hechos realidad, pero que nada es como los libros de su imaginación, y ya no podía volver su hogar, nadie le esperaba con los brazos abiertos. Al contarme aquello ya no habló más, al cabo de quince minutos me preguntó por mí. Quise responderle, pero no me salían palabras tan fáciles como a él.
- Comprendo – contestó, con media sonrisa que le hacía en la cara. Le devolví el mismo gesto. Pasaban las horas, y dibujaba como yo me fumaba la vida en cada calada de mi cigarrillo. En algún momento del día llegaría la hora en el que él se marcharía, y he de reconocer que todo cambiaría porque a su lado sentía que era Juliette años atrás.
Llegó el momento, se levantó y me habló: “Buscan trabajo, y creo que ahora lo necesitas para cuidar a quién quiera que tengas escondida”. Antes de marcharse me dio una hoja, y más tarde dio pasos de astronauta hasta su hogar, y yo me quedé en Tierra. Leí lo que ponía en la hoja; estaba escrita una dirección dónde su destino era un bar llamado
La Dame Pâle, y sinceramente, es la primera vez que había oído hablar de aquel bar. Nunca me gustó conocer cosas nuevas, pero tenía por sabido que nada me quedaba ya.

   Esa noche no tenía mucha esperanza – digamos que no soy optimista para la vida que tengo, ¿y quién si? -, así que me fui tal y como salí de casa. Cogí un bus hacía Montparnasse, era de las pocas veces que salía de dónde vivía y parecía que me adentraba a un nuevo mundo, sin cambios ninguno. Tenía que darme prisa si no quería perder más tiempo. Me adentre a unas callejuelas, donde los gatos eran más putas que sus vidas, y mendigos más muertos que vivos. Me costó bastante leer las letras del cartel del bar, ya que algunas luces estaban fundidas, como se diría en estos casos: un antro de mala muerte. Entré sin pensármelo dos veces, porque si lo hacía, sabía que habría ido hasta allí para nada. Al fondo del antro había un chico joven, bastante guapo para estar ahí, fui a hablarle.
- Perdone, ¿usted es el encargado de todo esto? – El chico me miro de arriba abajo. No se cortó ni un pelo en mirarme de esa manera como lo hacía, se le saltaban los ojos, le gustaba.
- No, pero en la puerta de la entrada a la derecha hay una puerta, ahí a lo mejor podrás encontrarle, cielo.
- Gracias.
En otra ocasión me habría gustado que me llamase cielo, pero en las circunstancias que estaba no mucho. Sentía que me jugaba la vida en aquel antro. Fui hasta donde el chaval me dijo, y un hombre de estatura media se me acercó. Era un tipo cuarentón, rozando ya los cincuenta – o eso aparentaba ser -, falta de pelo, y lo que le quedaba eran canas. Me miró como quién si acabase de venir de una guerra, un tipo acabado diría, pero esos ojos me demostraban que era buena gente, nunca un hombre me había mirado como aquel tipo. Eso hizo de aquel antro algo mejor.
- Hola, señor… - la verdad es que fui ahí sin saber nada de aquel sitio, ni de aquel hombre.
- Señor Beaupré – dijo con una voz mugrienta – pero puedes llamarme Marc, señorita.
- Verá, Marc, me dieron esta dirección porque creo que buscan a chicas jóvenes como yo – en verdad la que busca algo así soy yo, aunque no me lo imaginase de esta manera, me empezaba a gustar de una manera extraña.
-
Oh, oui, oui, empieza en quince minutos si le parece, luego depende de cómo lo has hecho, si le parece hablamos. El vestuario esta a la izquierda, hay ropa de sobra, ponte lo que mejor veas. Enséñame tu mejor strepteasse. Suerte – y se fue guiñándome un ojo. Eso ya no me gustaba tanto, pero es lo que me tocaba si quería vivir de algo.
   No sabía que escoger, pero no tenía mucho tiempo. Empecé a desnudarme, y a escoger cosas. Vi una camisa larga, me llegaría hasta los muslos, diría que incluso me los tapaba. Me puse medias de rejilla, y tacones negros. Me vi desnuda, sentía que faltaba algo, así que miré a mi alrededor en busca de algo. A lo lejos vi un sombrero de copa, también negro, y debajo una corbata. ‘Perfecto’ pensé. Esta noche haría la guerra ahí fuera.
Les dije a los señores que pusiesen una silla en el centro, me miraron perplejos, al parecer nunca nadie había actuado de esa manera, y no sabría si en esos momentos sentirme una estrella o un bicho raro. Ya sonaba la música, ahora tocaba que sonase yo.
Al acabar la actuación recibí aplausos y silbidos de cada rincón de aquel antro. Miré hacía la entrada, ya que el Señor Beaupré estaba apoyado en la pared. Justo en aquel momento entró alguien, lo miré porque me pareció verle a él. Aquel hombre que estropeo mi vida por completo, aquel hombre que no conocía pero sentía que le conocía de toda la vida. Se quito el sombrero y… 

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Anda que... luego soy yo la que escribe mucho xDD

Dama Blanca dijo...

Qué geniales escritor@s sois l@s d@s ;D jejeje

XDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD
Guiño, guiño.
;) ;)
LO PILLAS?!

Juliette dijo...

xDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD


no lo pillo '-' JAJA

Anónimo dijo...

<3 ...

Dama Blanca dijo...

¡A VER SI ALGUIEN ACTUALIZA ESTE BLOG!

Sweet_Nightmare dijo...

esto tiene buen principio... xDD Quiero ver como sigue.. espero que actualizeis pronto...